Con todo lo que nos está cayendo, he creído que es bueno recordar este post, y salvando las distancias hacer comparaciones entre "el antes" y el "después".
Seguro que muchas personas habrán visto la película Su Excelencia basada en esta “joyita” y que fue escrita por D. Mario Moreno en el año 1969 y que les recomiendo su lectura, sin duda y a pesar del tema que trataba, hoy sigue siendo actual, aunque entonces hablaba de este y oeste, o lo que es lo mismo trataba del reparto que entonces hacían las dos grandes potencias, Unión Soviética y los Estados Unidos (en la novela Pepeslavia y los colorados y Dolaronia y los verdes). Hoy podríamos decir también colorados a China, Cuba, Corea del Norte, etc., etc.
Seguro que muchas personas habrán visto la película Su Excelencia basada en esta “joyita” y que fue escrita por D. Mario Moreno en el año 1969 y que les recomiendo su lectura, sin duda y a pesar del tema que trataba, hoy sigue siendo actual, aunque entonces hablaba de este y oeste, o lo que es lo mismo trataba del reparto que entonces hacían las dos grandes potencias, Unión Soviética y los Estados Unidos (en la novela Pepeslavia y los colorados y Dolaronia y los verdes). Hoy podríamos decir también colorados a China, Cuba, Corea del Norte, etc., etc.
Pero no, no voy a opinar de la política acertada o no de ambos estados dictadores, y que hoy diríamos “dictadura económica” de los verdes y colorados contra los estados más débiles y por esta razón el discurso del embajador hoy sigue vigente y debería de hacernos reflexionar un poco… Para los que no lo conozcan a continuación, transcribo palabra por palabra dicho discurso, [omitiendo los comentarios que se hacen durante el discurso cuando no gustan lo que se les dice] y que cada cual saque su propia conclusión. Pido perdón por la extensión pero les aseguro que merece la pena.
Desde la tribuna el representante de la República de los Cocos (aquí cualquier nación humilde de Sudamérica o de cualquier otro lugar) excelentísimo Señor Lopitos, empieza el discurso dirigiéndose a las autoridades que presiden la asamblea (Onu o Otru, que más da).
-Señor Primer Ministro, señor Ministro de Relaciones… Señor Secretario General de la Conferencia…. Señores representantes, estimados colegas y amigos: Me ha tocado en suerte ser el último orador, cosa que me da mucho gusto, ya que así los agarro como quien dice, cansados.
-Sin embargo, sé que a pesar de la insignificancia de mi país, que no tiene poderío militar, ni político, ni económico, mi mucho menos atómico, todos ustedes esperan con interés mis palabras, ya que de mi voto depende el triunfo de los “verdes”…., o de los “colorados”.
-Durante toda la conferencia, he estado pensando si estas reuniones tienen como objeto verdaderamente buscar una fórmula para el bienestar de la Humanidad, o si nada más venimos a insultarnos mutuamente y a buscar qué sacamos para provecho y conveniencia de nosotros mismo.
-Tengo la impresión de que más bien es esto último. Complicamos lo sencillo y enredamos todavía más lo complicado, para ver en qué nos beneficiamos individualmente. Los intereses de los demás nos tienen muy sin cuidado.
-La opinión mundial está tan profundamente dividida en dos bandos aparentemente irreconciliables, que se ha dado el singular caso de que un solo voto, el voto de un país débil y pequeño, puede inclinar la balanza a favor de unos o de otros, por puras razones políticas, sin tener en cuenta el verdadero beneficio de toda la Humanidad, completamente nivelada, con los “verdes” en un platillo y los “colorados” en otro… Y ahora llego yo, que soy de peso pluma, y según donde me coloque, para ese lado se irá la balanza… ¡Háganme favor!
-¿Y no creen ustedes, estimados colegas, que esa es mucha responsabilidad para un solo ciudadano? Porque, además, no considero justo que la mitad de la Humanidad, sea la que fuere, quede condenada a vivir bajo un sistema político y económico que no es de su agrado sólo porque un frívolo señor embajador haya votado, o lo hayan hecho votar, en un sentido o en otro. No, jóvenes. No es justo.
-Por eso yo no votaré por ninguno de los dos bandos.
-Y si no se callan, de plano ya no sigo. A ver si se quedan con la tentación de saber lo que todavía tengo que decirles.
-Insisto en que hablo de procedimientos, y no de ideas ni de doctrinas. Para mí todas las ideas son muy respetables, aunque sean ideítas o ideotas, y aunque no esté de acuerdo con ellas.
-Lo que piense ese señor, o ese otro, o aquel del bigotito, o ese que ya se durmió y no piensa en nada, no impide que todos seamos buenos amigos. Porque entre las diversas características que nos diferencian de los cuadrúpedos, está la de no tener cola y en cambio la de poseer facultad de raciocinio. Pero, honradamente, aquí entre nos, ¿hacemos uso inteligente de ella? Claro que no me refiero a la cola, sino a la facultad de raciocinio.
-Triste es reconocer que no. Todos creemos que nuestra manera de pensar, nuestra manera de ser, nuestra manera de vivir y hasta nuestro modito de andar, son los mejores… ¡y a chaleco pretendemos imponérselos a los demás! Y si no los aceptan, decimos que son unos tales por cuales y al ratito andamos a la greña. ¿Ustedes creen que eso está bien?
-Fíjense en lo fácil que sería vivir en paz y tranquilos, si tan sólo respetáramos los modos de pensar y de vivir, las creencias y las costumbres de los demás, sin pretender que a fuerza piensen y vivan y se rasquen como nosotros. Hace cien años ya lo dijo una de las figuras más humildes, pero más grandes de nuestro continente: El respeto al derecho ajeno es la paz.
-Yo estoy de acuerdo con lo que dijo el señor representante de *Salchichonia: con humildad, con humildad de albañiles no agremiados, todos tenemos que luchar para derribar la barda que nos separa. Y entonces podremos decir que nos volamos la barda… La barda de la incomprensión y del odio, la barda de la intolerancia y de la mutua desconfianza. No la barda de las ideas. Eso nunca. El día que todos pensemos y actuemos de la misma manera, habremos dejados de ser hombres para convertirnos en máquinas, en autómatas.
-Ese es el grave error de los “colorados”. El de pretender imponer sus ideas por la fuerza, al igual que su sistema político y económico, intransigentemente, para convertir a la Humanidad en un enorme rebaño de borregos, donde todos balen al son que les toque el camarada en turno.
-Hablan de libertades humanas, pero yo les pregunto ¿existen esas libertadas en sus propios países?
-Dicen defender los derechos del proletariado, pero sus propios obreros no tienen ni siquiera el derecho elemental de la huelga. Hablan de cultura universal al alcance de las masas, pero encarcelan a sus escritores porque se atreven a decir la verdad. Hablan de la libre determinación de los pueblos, y sin embargo hace más de veinte años que oprimen a una serie de naciones, sin permitirles que se den la forma de gobierno que más les convenga.
-¿Cómo podemos votar por un sistema que habla de dignidad y acto seguido atropella lo más sagrado de la dignidad humana, que es la libertad de conciencia, eliminando –o pretendiendo eliminar- a Dios por decreto?
-No, señores representantes. Yo no puedo estar con los “colorados”, o mejor dicho con su manera de actuar. Respeto su modo de pensar. Allá ellos. Pero no puedo dar mi voto para que su sistema se implante por la fuerza en todos los países de la Tierra. El que quiera ser “colorado”, que lo sea… ¡Pero no pretenda teñir a los demás!
-Y ahora, estimados colegas “verdes”, ustedes qué dijeron: ya va a votar por nosotros, ¿no?.. Pues no, señores, tampoco voy a votar por ustedes, porque ustedes también tienen mucha culpa de lo que pasa en el mundo. Ustedes también son soberbios, y aunque hablan de paz y de democracia y de elecciones libres y de cosas bonitas, también pretenden imponer su voluntad por la fuerza, Por la fuerza del dinero. Y cuando éste falla, pues a como dé lugar.
-El día de la inauguración de la conferencia, el señor embajador de Dolaronia dijo que el remedio de todos nuestros problemas estaba en tener más automóviles, más aparatos de televisión y más refrigeradores. Me imagino que siempre y cuando se los compremos a ustedes, ¿verdad?
-No, mi querido colega. No nada más de “hot dogs” vive el hombre… Yo estoy de acuerdo con usted en que debemos luchar por el bienestar colectivo e individual. Estoy de acuerdo con usted en que debemos combatir la miseria, y resolver los tremendos problemas de la habitación, del vestido y del sustento. Pero en lo que no estoy de acuerdo es en la forma en que ustedes pretenden resolverlos… Ustedes dicen obrar con un gran sentido humanitario, y tal vez así sea. Pero siempre pensando en algo más: en el “business”. Poco a poco se han ido convirtiendo en los acreedores de la Humanidad, y por eso la Humanidad los ve con desconfianza.
-Mientras compremos y compremos y compremos, todo va bien. Y cuando ya no tenemos efectivo con qué cubrir los compromisos que contraemos con ustedes, entonces no tienen ningún inconveniente en concedernos créditos adicionales, aunque para ello tengamos que hipotecar nuestra soberanía y nuestros recursos naturales. Y encima de todo esto, también pretenden convertirse en policías del mundo, dizque para guardar el orden… siendo que muchas veces ustedes son los primeros en meter el desorden.
-Ustedes también han sucumbido ante el materialismo. Se han olvidado de los más bellos valores del espíritu, pensando sólo en el negocio. Y nos miden con esa norma: mientras paguemos puntualmente, somos buenos vecinos… ¡Aunque para cumplir con nuestras deudas tengamos que desgarrarnos las entrañas!
-Y yo pregunto: ¿Para qué queremos automóviles, si andamos descalzos? ¿Para qué queremos refrigeradores, si no tenemos alimentos que guardar en ellos? ¿Para qué queremos tanques y armamentos, si no tenemos suficientes escuelas para nuestros hijos?
-Es verdad que está en manos de ustedes, los países poderosos de la Tierra, “verdes” y “colorados”, el ayudarnos a los débiles. Pero no con dádivas, ni con empréstitos, ni con alianzas militares. Ayúdennos pagando un precio más justo por nuestras materias primas… Ayúdennos compartiendo con nosotros sus notables adelantos en la técnica, no para fabricar bombas, sino para acabar con el hambre, las enfermedades y la miseria… Ayúdennos respetando nuestras costumbres, nuestras creencias, nuestra dignidad como seres humanos y nuestra personalidad como naciones, por débiles y pequeños que seamos.
-Practiquen la tolerancia y la verdadera fraternidad, que nosotros sabremos corresponderles. Dejen de tratarnos como simples peones en el gran tablero de ajedrez de la política internacional. Reconózcannos como lo que somos: no solamente como clientes o como ratones de laboratorio, sino como seres humanos, que sentimos, que sufrimos, que lloramos.
-Señores representantes: hay una razón más por la que no voy a votar ni por unos ni por otros. Hace exactamente veinticuatro horas que mandé mi renuncia irrevocable al cargo de embajador de mi país…. Consecuentemente no les he hablado a ustedes como “excelencia”, sino como un simple ciudadano, como un hombre libre del mundo, como un individuo cualquiera… pero que sin embargo cree interpretar el máximo anhelo de todos los hombres de todos los países de la Tierra: el anhelo de vivir en paz… el anhelo de ser libres… el anhelo de legar a nuestros hijos, y a los hijos de nuestros hijos, un mundo mejor, en el que reinen la buena voluntad y la concordia….
-¡Y qué fácil sería, señores, lograr ese mundo mejor en el que todos los hombres, blancos negros, amarillos y cobrizos, grandes y pequeños, ricos y pobres, pudiésemos vivir como hermanos! Si no fuésemos tan ciegos, tan vanos, tan orgullosos, tan obcecados… Si tan sólo rigiésemos nuestras vidas por las sublimes palabras que hace dos mil años pronunció aquel humilde carpintero de Galilea… descalzo, sencillo, sin frac ni condecoraciones… ¡Amáos! ¡Amáos los unos a los otros!
-Pero ustedes desgraciadamente entendieron mal y practican lo contrario: ¡Armáos! ¡Armáos los unos contra los otros!
Ven alguna diferencia de lo que hoy ocurre en la Comunidad Europea y/o sin ir más lejos en el Congreso y el Senado de nuestra querida “Piel de Toro”.
*Salchichonia (República Federal Alemana)
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